Aceleracionismo libertario y vía crucis popular

La encrucijada de la hora exige rechazar el simulacro y abrazar con fidelidad el imperativo de nuestro destino histórico. ¿Podrá el pueblo argentino revertir la orientación de este momento, recuperar su dignidad y asegurarse un lugar en la historia? ¿O acaso seremos privilegiados espectadores de nuestra propia desintegración?

Germán Spano

12/22/20233 min leer

Peleándose con la realidad y consolándose con la posverdad, así se constituyó en nuestro país una agregación de rebeldes decididamente inclinados por la insensatez.


Tras años de terapia con significantes flotantes y vacíos, ahora toca sufrir la praxeología de los fundamentalistas de mercado. Cualquiera de ellos apelará siempre a la libertad como piedra angular de su retórica, buscando así la aprobación para sus disparatados caprichos.

Con el avance de la libertad, ya sea en su configuración de mercado o de valores, no hay más que egocéntrica arbitrariedad; el gesto de un hombre abstracto, contenido en un ego patológico que ante todo sabe decir “yo”, optando así por el ensimismamiento, la alienación y la vanidad.

La libertad avanzó, y lo hizo a costa de acelerar las contradicciones internas de nuestro país. De su psicótica articulación política, coronada en un histriónico decreto, podemos lamentar el silencio acerca de aquellas promesas de campaña que ungieron al outsider como promesa de necedad; lejos quedaron los vouchers, el mercado de órganos, la libre portación de armas, el cierre del Banco Central o el ajuste a la casta. En cambio, se decidió escenificar unas “bases” que no resuelven el problema de los pasivos remunerados ni anticipa mecanismos para aliviar la mesa de los argentinos; de hecho, de todo lo dicho en aquel mensaje extrañamente montado, solo podemos esperar más hambre, más deuda, más ajuste y una deliberada licuación de activos, todo con el objeto de llegar a la singularidad libertaria: una distopía llena de marginales desnacionalizados conviviendo con un festival investment grade. El lenguaje libertario es orwelliano, y tantos años de ombliguismo, batallitas y subjetivización de lo político hundió a la población en el mayor de los desconciertos.

La idea de tener un país, un patrimonio que legar y una memoria común que atesorar, naufraga en las manos de un señor que clona perros y sacraliza el mercado en nombre de la libertad.

Una crisis difícil de mensurar se anida en el espíritu nacional. ¿Podrá el pueblo argentino revertir la orientación de este momento, recuperar su dignidad y asegurarse un lugar en la historia? ¿O acaso seremos privilegiados espectadores de nuestra propia desintegración?

La encrucijada de la hora exige rechazar el simulacro y abrazar con fidelidad el imperativo de nuestro destino histórico. Asumir el desafío de pensar en grande para no ser reducidos a polvo.


Frente a la espectacularización de la libertad, -que hambrea al pueblo, degrada a los humildes, desregula la existencia, envenena la adhesión al proyecto común y banaliza la política-, nosotros debemos oponer la Argentina del trabajo y la producción, la Argentina que concilia los conflictos con movilidad social ascendente y aspira a la verdadera libertad; una libertad que no puede depender del frenesí de los algoritmos o de la moneda de un contrato, si no de la íntima convicción de que la persona se plenifica en comunidad.

NEWSLETTER

Registrate y recibí todas las novedades sobre nuestros libros, presentaciones, artículos y todas nuestras actividades.